O próximo xoves 28 de abril, ás 20:30 na sede do Ateneo Valle-Inclán (Bar Plaza), teremos a próxima reunión do Club de Lectura común (como eu o denomino neste blog para non confundir co Leriadouro).
A obra que imos comentar é ESPEJOS de Eduardo Galeano
Galeano nesta obra revisa a historia da humanidade ata hoxe, e faino desde a óptica dos feitos e das persoas menos coñecidas, dos que non figuran nos diarios nin nas fotos.Como di o subtítulo do libro, trátase dunha historia case universal, dun inventario xeral do mundo que aparece iluminado por este escritor capaz de enlazar o cotián, o poderoso e a denuncia co máis sinxelo, co humor ou coa máis exquisita ironía.
Algúns textos:
El río y los peces
Un viejo proverbio dice que enseñar a pescar es mejor que dar pescado.
El obispo Pedro Casaldáliga, que vive en la región amazónica, dice que sí, que eso está muy bien, muy buena idea, pero ¿qué pasa si alguien compra el río, que era de todos, y nos prohíbe pescar? ¿O si el río se envenena, y envenena a sus peces, por los desperdicios tóxicos que le echan?
O sea: ¿qué pasa si pasa lo que está pasando?
El río y los ciervos
El más antiguo tratado de educación fue obra de una mujer.
Dhouda de Gasconia escribió el «Manual para mi hijo», en latín, a principios del siglo nueve.
Ella no imponía nada. Sugería, aconsejaba, mostraba. En una de sus páginas nos invitó a aprender de los ciervos, que atraviesan los ríos anchos nadando en fila, uno atrás del otro, con la cabeza y el cuello apoyados en el lomo del ciervo que los precede; unos a otros se sostienen y así pueden atravesar el río con mayor facilidad. Y son tan inteligentes y sagaces que cuando se dan cuenta de que el primero está cansado, lo hacen pasar al último puesto y otro toma la delantera.
Los brazos del tren
Los trenes de Bombay, que transportan seis millones de pasajeros por día, violan las leyes de la física: en ellos entran muchos más pasajeros que los pasajeros que en ellos caben.
Suketu Mehta, que sabe de esos viajes imposibles, cuenta que cuando ya ha partido cada tren repletísimo, hay gente que lo persigue corriendo. Quien pierde el tren, pierde el empleo.
Y entonces, de los vagones brotan brazos, brazos que salen por las ventanillas o cuelgan desde los techos, y ayudan a trepar a los rezagados. Y esos brazos del tren no preguntan al que viene corriendo si es extranjero o nacido aquí, ni le preguntan qué lengua habla, ni si cree en Brahma o en Alá, en Buda o en Jesús, ni le preguntan a qué casta pertenece, o si es de casta maldita, o de ninguna casta.